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EFECTO DE FRIAJE

La neumonía y las infecciones respiratorias agudas son la mayor causa de muerte de niños en el mundo. En el Perú, cada día muere por lo menos un niño debido a enfermedades provocadas por las heladas.
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El pa­sa­do sá­ba­do 16 de ju­lio inició el oc­ta­vo fria­je del año en la sel­va, lo que in­clu­ye fuer­tes llu­vias, fuer­tes rá­fa­gas de vien­to y tor­men­tas eléc­tri­cas. No obs­tan­te, es­te es só­lo uno de los mi­les de ca­sos de fria­je y he­la­das que hay en las dis­tin­tas re­gio­nes de nues­tro país. Sin em­bar­go, ¿se le es­tá dan­do la im­por­tan­cia ne­ce­sa­ria? ¿Es­ta­mos in­for­ma­dos de lo que es­tá su­ce­dien­do?
El 20 de ma­yo, el Mi­nis­te­rio de Agri­cul­tu­ra y Rie­go (Mi­na­gri) de­cla­ró es­ta­do de emer­gen­cia en 14 re­gio­nes por el fria­je y las he­la­das. Pe­ro ¿qué es el fria­je? Marc Van­ders­mis­sen, Coor­di­na­dor de Emer­gen­cias de FAO en el Pe­rú, lo de­fi­nió co­mo “una com­bi­na­ción de ba­jas tem­pe­ra­tu­ras fue­ra de es­ta­ción, he­la­das agro­nó­mi­cas, nie­ve y gra­ni­zo que da­ña los cul­ti­vos y pas­tos en las zo­nas al­to an­di­nas”. Se da de ma­ne­ra vio­len­ta y pue­de ge­ne­rar da­ños en cul­ti­vos, ga­na­de­rías y de las per­so­nas.
Y, ¿cuál es su di­fe­ren­cia con las he­la­das? Un in­for­me de RPP men­cio­na que los fria­jes se dan por ma­sas de ai­re frío que pro­vie­nen de la An­tár­ti­da y, a su pa­so por el Pe­rú, des­cien­den la tem­pe­ra­tu­ra prin­ci­pal­men­te en la sel­va. Es­te fe­nó­meno se sue­le dar prin­ci­pal­men­te en zo­nas tro­pi­ca­les y sub­tro­pi­ca­les. Ade­más, las tem­pe­ra­tu­ras mí­ni­mas no dis­mi­nu­yen de ce­ro gra­dos cen­tí­gra­dos.
Las he­la­das, por otro la­do, se pre­sen­tan en­tre los me­ses de abril y se­tiem­bre an­te la dis­mi­nu­ción de la nu­bo­si­dad en los An­des. De acuer­do al Ins­ti­tu­to de De­fen­sa Ci­vil, és­tas se pro­du­cen cuan­do la tem­pe­ra­tu­ra del am­bien­te dis­mi­nu­ye de los ce­ro gra­dos cen­tí­gra­dos y se sue­le dar en zonas ubi­ca­das a más de 3,500 me­tros de al­tu­ra. Sue­len cau­sar gra­ves da­ños en la sa­lud hu­ma­na y en la de los ani­ma­les. Ade­más, afec­tan gra­ve­men­te a los cul­ti­vos, lo que tam­bién re­per­cu­te en su eco­no­mía.
Se­gún la Or­ga­ni­za­ción de las Na­cio­nes Uni­das pa­ra la Ali­men­ta­ción y la Agri­cul­tu­ra (FAO, por sus si­glas en in­glés), los efec­tos en el cam­bio cli­má­ti­co ge­ne­ran que los pa­tro­nes tra­di­cio­na­les va­ríen y, de es­te mo­do, im­pi­dan que los cam­pe­si­nos ten­gan un es­ti­ma­do co­rrec­to de cuán­do rea­li­zar sus siem­bras y co­se­chas. Se­gún Van­ders­mis­sen, los da­ños que ge­ne­ran es­tos fe­nó­me­nos son de­vas­ta­do­res pa­ra los pe­que­ños agri­cul­to­res que aún no han rea­li­za­do sus co­se­chas.
Sin em­bar­go, lo peor no es só­lo en la agri­cul­tu­ra. Los ga­na­dos se ven gra­ve­men­te afec­ta­dos por los efec­tos del cam­bios cli­má­ti­co. Los pas­tos y la ve­ge­ta­ción se cu­bren de nie­ve y lue­go, tras he­lar­se, se da­ñan irre­pa­ra­ble­men­te. Es­to lle­va a que los ca­mé­li­dos an­di­nos y otros ani­ma­les se que­den sin ali­men­ta­ción du­ran­te un tiem­po, se de­bi­li­ten y se vuel­van más pro­pen­sos a con­traer en­fer­me­da­des. De acuer­do a la ONU, a par­tir de los 3,800 me­tros so­bre el ni­vel del mar, las per­so­nas de­pen­den bá­si­ca­men­te de su ga­na­do.
“La gen­te vi­ve de sus ani­ma­les. Sus ani­ma­les le dan fi­bras y le dan car­ne, pe­ro lo que pa­sa es­te año es que sus ani­ma­les es­tán fla­cos. És­tos les dan una fi­bra de ma­la ca­li­dad y no les dan car­ne, en­ton­ces es­ta gen­te no pue­de cam­biar sus in­su­mos por pro­duc­tos que ne­ce­si­tan, co­mo ha­ri­na y acei­te. En­ton­ces to­do es­to tie­ne un im­pac­to en su se­gu­ri­dad ali­men­ta­ria”, aña­dió Van­ders­mis­sen.
Si bien es­tos fe­nó­me­nos se dan to­dos los años, no se han vis­to cam­bios sig­ni­fi­ca­ti­vos (mi­les de muer­tes por neu­mo­nía, pér­di­das de vi­vien­das y, co­mo ya se men­cio­nó, cul­ti­vos y ga­na­dos afec­ta­dos). ¿A qué se de­be es­to? Ga­briel Daly ase­gu­ra en un in­for­me pa­ra El Co­mer­cio que es­to se re­pi­te, de­bi­do a las “de­fi­cien­tes po­lí­ti­cas de sa­lud (ba­ja co­ber­tu­ra de va­cu­na­ción, des­nu­tri­ción cró­ni­ca, al­tos ín­di­ces de anemia) y a la fal­ta de una in­fra­es­truc­tu­ra ade­cua­da (ac­ce­so a vías de trans­por­te, elec­tri­ci­dad, agua y desagüe)”.
Ade­más, se­ña­la que las zo­nas que más su­fren de las he­la­das son aque­llas que mues­tran ma­yo­res ni­ve­les de po­bre­za, des­nu­tri­ción y anal­fa­be­tis­mo. Es­to quie­re de­cir que vi­vir en si­tua­cio­nes de po­bre­za ele­va de ma­ne­ra ex­po­nen­cial los ries­gos ge­ne­ra­dos por las he­la­das. “Sin una ali­men­ta­ción ade­cua­da y sin ac­ce­so a ser­vi­cios de sa­lud, las per­so­nas son más vul­ne­ra­bles a las in­fec­cio­nes res­pi­ra­to­rias agu­das (IRA), prin­ci­pal cau­sa de muer­te en ni­ños en to­do el mun­do”, ase­gu­ra Daly.
La neu­mo­nía se sue­le dar co­mo una com­pli­ca­ción de la IRA. Daly in­di­có que ca­da año, más de un mi­llón de ni­ños me­no­res de 5 años mue­ren por es­ta en­fer­me­dad. En el año 2013, se re­gis­tra­ron 2,903,415 ca­sos de IRA, de los cua­les 2,994 in­clu­yen ca­sos de neu­mo­nía y, de es­tos, 402 fue­ron ca­sos mor­ta­les. Se cal­cu­la que, en pro­me­dio, mue­re más de un ni­ño al día.
Y, ¿qué im­pli­ca de­cla­rar un es­ta­do de emer­gen­cia por los fria­jes y he­la­das? De acuer­do con el De­cre­to Su­pre­mo N° 033-2016-PCM, es­to per­mi­te ac­tuar de ma­ne­ra in­me­dia­ta y ne­ce­sa­ria pa­ra re­du­cir los al­tos ries­gos por es­tos fe­nó­me­nos. Se in­ten­ta dis­mi­nuir el im­pac­to que sue­len te­ner las ex­tre­mas con­di­cio­nes cli­má­ti­cas ca­da año. La me­di­da per­mi­te que los go­bier­nos re­gio­na­les uti­li­cen de ma­ne­ra in­me­dia­ta el pre­su­pues­to asig­na­do.

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